Cerré la puerta mientras les despedía en la lejanía. Ellos reían y saltaban mientras le relataban a su madre, con la ilusión que sólo un niño puede llegar a mostrar, todo aquello que habían experimentado esa tarde conmigo. Volví hasta el comedor donde se hallaban esparcidos sobre la mesa varios pads, cajas de plástico reconocibles, cartuchos, y una consola: La Sega Megadrive (Genesis en América). Suspiré...
Cada vez que mis pequeños primos, de solo 6 y 4 años vienen a visitarme, es como volver atrás en el tiempo, allá cuando yo tenía esa misma edad. Allá cuando, en 1991, vi por primera vez a aquel erizo azul de rebelde personalidad . Fue amor a primera vista. Esa velocidad, ese frenesí, ese plataformeo, la arrolladora personalidad de Sonic. Todo. Un verdadero antes y después en mi vida.
Aunque 20 años después sigo adorando al erizo, ya no siento esa emoción que sentía antes al ver cualquier cosa relacionada con él. Esa adoración, la mas absoluta fascinación. Todos los juegos me gustaban, y también todos los arts, ya fueran japoneses, europeos o americanos. De Adventures of Sonic The Hedgehog, Sonic The Hedgehog (SatAM), o de Sonic Underground. En fin, todos.
Ahora es distinto. Me paro a analizar cada detalle, a quejarme porque en Unleashed no hay “alma”. A oir llantos del porqué Sonic tiene los ojos verdes o se transforma en un erizo-lobo. A leer análisis y más análisis de diversas webs “especializadas” donde un juego de Sonic, sólo por llevar al erizo en el título, es juzgado por un rasero diferente al resto. Un criterio donde se penaliza que Sonic Riders se controle diferente a un juego de motos de agua o que se quejen de que no haya loopings. Todo en un tiempo donde Sonic, según la opinión general, ya no es más que una sombra de lo que un día fue. Un cadáver maltrecho que se arrastra para intentar conseguir algo de éxito.
Recuerdo como en su día, la aparición de un nuevo Sonic era para mi cacareada, larga espera, el acontecimiento del año. Hoy, si bien sigo las noticias y estoy inmersa en el fandom, no siento ninguna inquietud si no juego al Sonic nuevo de turno. Ahí tengo aparcado Sonic Colours DS, con solo dos o tres fases terminadas y sin ningún gusanillo por volverlo a jugar, aunque seguramente lo haré por el completismo y por que soy fan, para poder hablar con propiedad. Quizás lo haré por costumbre, por no querer abandonar a aquel erizo que siempre estuvo a mi lado. ¿Qué ha podido pasar para que alguien como yo que vibraba con cada paso de Sonic, sienta esta desgana frente a sus últimos juegos? ¿Por qué aún hoy lloro de emoción cuando oigo los primeros acordes de aquél mítico Open Your Heart, y sin embargo, silencio mi consola cada vez que suena Reach From the Stars o Endless Possibilities?.
¿Qué ha podido pasar? ¿Por qué?
Mientras recojo la mesa, pienso en los ratos que he pasado jugando con “mis niños”como me gusta llamarlos. Pienso en cómo desde que apenas abrieron los ojos al nacer, me ponía frente a ellos y les repetía una y otra vez “Sega”, “Sonic” y “Tails” para que aprendieran a hablar. En cómo en cuanto empezaron a crecer, les puse un pad en las manos, y era un pad de Megadrive. Pienso también en cómo reconocieron y amaron antes a Sonic que a cualquier otro ídolo infantil. En cómo en estas ultimas navidades, les regalé su primera consola propia, una Sega Megadrive. Recuerdo la ilusión de verlos alucinar con cada paso que Sonic da. Lo que siento al oírlos tararear melodías de sus juegos. De que me digan, que de mayor, quieren ser como Yuji Naka, Naoto Oshima o Jun Senoue. De que me rueguen que por favor les cuente la historia de tal o cual personaje. Pienso también en cómo con sus 6 y 4 añitos, saben más de la saga que muchos que se hacen llamar fans, en cómo disfrutan transformándose en Super Sonic en Sonic 2 y 3. En cómo alucinan con la música y la belleza de Sonic Adventure. Recuerdo también cómo disfrutan jugando con la mecánica de equipos de Sonic Heroes. Pienso en cómo buscan la sala de ordenadores junto a Vector en Shadow the hedgehog. En cómo me piden una y otra vez que les ponga el OVA (Sonic The Movie), AoSTH, SatAM, Sonic X o Night of the Werehog. En cómo sus ídolos son Sonic, Tails, Shadow y el Werehog.
Me pongo a pensar también en los saltos de alegría que dieron la primera vez que consiguieron acabar un nivel en Sonic Colours Wii sin ayuda alguna. Pienso en la ilusión que tienen cada vez que ven a Sonic, ya sea el Clásico, o un Sonic moderno. En cómo disfrutan por igual con todos los juegos. En cómo al preguntarles si es mejor el Sonic “de la Megadrive” o el Sonic “de la Wii” sólo saben decirme que ambos son alucinantes. Me dicen que Sonic en Megadrive era un niño, y en Wii es grande, pero es el mismo Sonic y que todos les gustan por igual, y que nos días se les apetece jugar a unos, y en otros, a otros títulos. Ojos verdes, ojos negros, para ellos no hay diferencia: Es Sonic, simplemente, Sonic.
Se podría decir que son niños, que no tienen criterio, pero eso no es del todo cierto. Ellos saben distinguir perfectamente los fallos. Se ríen del Sonic 2006, ya que para ellos es “el juego de las trampas invisibles de Robotnik”, pero aún así, les gusta. Es divertido ver cómo Sonic muere de un infarto por que sí.
Entonces, si para alguien que no está corrompido por la nostalgia y que no ha tenido prejuicios impuestos, si para ese alguien no hay diferencia, ¿realmente ha cambiado tanto Sonic?, ¿tanto ha decaído?, ¿tan bueno era antes y tan malo es ahora?
Creo que no ha cambiado Sonic. Sino que hemos cambiado nosotros.
¿Y saben qué? Voy a por mi DS....a jugar ese Sonic Colours. Y con el audio a tope.
Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no representan necesariamente el pensamiento de Sonic Paradise.